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Sobre la línea editorial y los periodistas

A propósito de un nuevo ciclo de conflictividad política en Venezuela ha resurgido el debate sobre qué deben hacer los periodistas que trabajan para medios de comunicación, cuya autocensura y censura lesiona el derecho a la información de los ciudadanos. En algunos casos ni siquiera hay discusión sino que se asume estas posiciones como una realidad a la que adaptarse... antes, ahora y en el futuro. Esto último convierte a los trabajadores de la prensa en preservadores del status quo y desafía su principal razón de ser: un contrapoder.
En la cobertura de los últimos acontecimientos se han producido 90 hechos que vulneran el derecho a la información, 106 reporteros agredidos (por diversos grupos) y 14 detenidos de manera ilegal durante la cobertura, según reporte del Sindicato de Trabajadores de la Prensa. Pero otros datos sobre censura y autoncesura en el país son reveledores según el más reciente informe de Ipys Venezuela, organización que se ha dedicado de manera científica a documentar este fenómeno y a presentarlo anualmente.
De la calidad de los medios y de los comunicadores que tengamos, también dependerá cuan profunda o no pueda ser nuestra democracia, maltrecha e ineficiente pero un sistema que defendemos “como sistema de convivencia de los venezolanos y como sistema que, con sus defectos, es garantía de la protección de los derechos humanos”, apuntó recientemente la Revista SIC en su editorial.
Soñamos en un futuro donde haya espacio para debatir y profundizar en la formación, en una revisión descarnada de este oficio, en el que podamos discutir el rol de los medios en tiempos de conflicto, en el que podamos compartir una agenda sobre la comunicación para el desarrollo y en donde la agenda no prevalezca el interés de poderosos sino el ejercicio reflexivo de profesionales comprometidos. Necesitamos superar unas mínimas condiciones laborales; necesitamos trascender para un ejercicio crítico, pero sobre todo honesto con nosotros y la audiencia.
Por eso he hecho una compilación de algunas orientaciones que comparte Javier Dario Restrepo en el Consultorio Ético de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que a bien fundó el gran periodista Gabriel García Márquez para discernir sobre estos temas. Ha sido orientador en muchos casos y espero que sea útil para los dilemas que a diario afrontamos en el desempeño de este oficio.
- ¿Qué hacer ante la censura? La renuncia en estos casos no resuelve nada y sí crea nuevos conflictos porque la vacante será ocupada por alguien, posiblemente más dócil. En últimas resultarán perdiendo los lectores y la sociedad, sacrificados por un dudoso asunto de orgullo personal.
- Ante los casos de censura los más experimentados periodistas aconsejan: Notificar al responsable y a la redacción la conducta del censor y demostrar que el rechazo a esa actitud obedece a razones superiores al interés personal.Si es una información vital, se puede buscar su publicación en otros medios, aún los de la competencia. Si es el caso, hacer los cambios y correcciones de forma que sean necesarios para superar la barrera del censor.
- Un caso de censura significa el desconocimiento de un derecho fundamental, el que tienen los lectores, oyentes o televidentes, a recibir información. Este derecho, descrito como un derecho que está en la base de los demás derechos, es el que el periodista defiende y realiza cuando publica una información, y el que se niega cuando alguien impide la publicación de una información sin un motivo válido. No es, pues, un asunto de dignidad personal herida, sino un derecho fundamental el que se debe proteger eficazmente.
- ¿Cómo publicar informaciones que los dueños o los directivos quieren censurar? No existe fórmula eficaz para impedir que un periodista corra riesgos, ni para protegerlo contra la arbitrariedad de un director de medio, o de un editor. Un periodista está tan expuesto a esos riesgos como el soldado que va a la guerra, o el ciudadano que transita por una zona insegura. De lo que sí puede hablarse es de las actitudes para enfrentar esas eventualidades. El que se cree incapaz de soportar esos riesgos, obra prudentemente abandonando la profesión y escogiendo otra en que los riesgos sean mínimos o controlables.
- Quien, a pesar de todo, decide ser periodista, sabe que los riesgos se multiplican innecesariamente con informaciones inexactas, no verificadas, gratuitamente ofensivas y, por tanto, de nulo provecho social. Por el contrario, reduce esos riesgos una información responsable, sólida e inspirada por el ánimo de servir y no por el propósito de agredir.
- Censurar desde el interior del medio una información de mala calidad es fácil y necesario cuando, en cambio, se trata de una información de calidad, sólidamente confirmada, profesionalmente presentada, es más difícil que pueda ser censurada. Pero si aun así es censurada, queda la posibilidad de defenderla y, en casos particularmente graves, de ofrecerla a un medio de la competencia para que la sociedad acceda a una verdad a la que tiene derecho.
- El buen periodismo no transcribe mecánicamente ninguna clase de textos. Un discurso, todo discurso, es un punto de vista que debe ser contextualizado y relacionado con sus antecedentes debe, además, ser confrontado con otras opiniones diversas de modo que, en la medida de lo posible, el receptor de la información disponga de una visión completa. Es decir, no se trata de publicar o no publicar un discurso antidemocrático, sino de hacer una información completa a propósito de discursos de esa naturaleza.
- Las presiones económicas e ideológicas, tanto en contra como a favor de los medios informativos, terminan convirtiéndose en auténticas amenazas contra la imparcialidad informativa, creándose el ambiente más propicio para el recurso impune de la manipulación. Las intimidaciones más indignantes tienen lugar cuando se practica la desinformación desde instancias políticas autoritarias, pero como demuestra el estudio de Barman y Acouves, también tienen lugar en el contexto de regímenes democráticos. La única diferencia es que en estos últimos cabe la denuncia pública y de defenderse mejor que en los regímenes totalitarios de cualquier signo que sean. Niceto Blázquez. ética y Medios de Comunicación. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1994. P. 53
- La presión de cada fuente para que el medio asuma su versión, sumada a las carencias que suelen tener muchos periodistas en su formación profesional, los lleva a caer en las trampas de la guerra, adoptando los términos de los bandos enfrentados, que no son otra cosa que representaciones de sus odios, miedos y prejuicios. Así mismo se suplanta la información rigurosa, exacta, por la opinión y la toma de partido, o se sacrifica la verdad en aras de una pretendida defensa de la paz. Por eso, un desafío crucial para el periodista, es desarrollar un lenguaje propio, independiente, en medio del "tiroteo" verbal de los actores de la guerra.
- Pretender que el periodismo pueda ser una profesión sin riesgos es reducirla al limitado papel de notario de eventos de sociedad, o de la vida leve de actores, celebridades, reinas de belleza, o de testigo de desfiles de modas, que son las actividades que un periodista puede cubrir sin un riesgo notable.
- La empresa periodística tiene la responsabilidad de mantener un nivel decoroso en las remuneraciones de sus periodistas con el fin de garantizar su independencia. Su salario debe permitirle al periodista dedicarse por entero al ejercicio profesional, sin necesidad de acudir a otras fuentes de ingreso. Es fundamental que la autonomía económica le garantice al periodista su independencia profesional, que si llegara a darse el caso de que el ejercicio profesional no proporcionara al periodista un ingreso suficiente y decoroso, este debería abandonar el periodismo como profesión, antes que exponer su servicio público a una dependencia que sea restrictiva de su libertad. Herrán y Restrepo. Etica para Periodistas. Tercer Mundo. Bogotá. 2001.
- El periodista que refleja la vida de la sociedad corre los mismos riesgos a que están avocados los miembros de esa sociedad. Estará en medio de sus catástrofes naturales o sociales, no le podrá hacer el quite a sus peligros, sentirá sus miedos, perplejidades e incertidumbres y alguna vez estará entre dos fuegos o enredado entre amenazas, acusaciones y procesos judiciales. Nada de lo que afecta a sus lectores podrá serle extraño.
- Sin embargo, no se es periodista para correr riesgos porque la temeridad no es una virtud profesional en cambio el valor para afrontarlos, cuando son inevitables, es una de las reservas que el periodista mantiene como recurso necesario para cumplir con su deber profesional. Así como para ser periodista se necesitan una curiosidad inextinguible, una pasión viva para conocer la verdad, para hacer triunfar la justicia y para servir a la sociedad, también es indispensable la decisión de correr los riesgos que sean necesarios para cumplir con esos objetivos. Unas veces serán riesgos llevaderos como el de quedar sin empleo, o el de ser acusado o ridiculizado otras veces serán riesgos mayores para la vida o el bienestar del periodista y de los suyos, pero siempre el trabajo del periodista le exigirá mucho más que a los que ejercen otras profesiones protegidas contra todo riesgo,
- Esto debe quedarle claro a todos los que aspiran a ser periodistas, desde los primeros días de su formación universitaria, cuando todavía es posible revisar su elección profesional y optar por carreras que garanticen una vida larga, placentera y alejada de todo peligro. El periodismo no da esa garantía.
- Estas presiones (políticas y económicas) hacen parte de las dificultades corrientes para el ejercicio de la profesión y plantean a diario el mismo dilema: O aceptar sumisa y resignadamente la situación y, por tanto, obedecer al interés particular de dueños o directores el medio. En este caso se conserva el empleo y se pierde la dignidad profesional. Lo peor, sin embargo, es que a los receptores de sus noticias, el periodista o el medio les servirán información incompleta, sesgada o mentirosa. En todo caso ese periodista obediente y sumiso quedará condenado a convivir con su mentira y su indignidad .O se prefiere informar con honestidad, dando la lucha diaria por la independencia, que es la práctica que distingue a los mejores periodistas, que son los más dignos y los más honestos. Como se ve el mecanismo está en el interior de cada uno.
- Toda persona, sobre todo si es periodista, tiene el derecho y el deber de desarrollar y defender una identidad personal, por cuanto esa identidad es el punto de partida para la construcción de lo ético.
- La identidad personal es el resultado de esas afirmaciones de cada persona a lo largo de su vida comienzan en la infancia, absorben los ambientes, los valores, la cultura que rodean como una matriz el desarrollo de la vida humana y se afianzan por la reiteración hasta convertirse en una segunda naturaleza. (Cf. Juliana González, El Ethos, destino del hombre). La identidad que cada uno se ha construido a lo largo de su vida es el punto de referencia para decidir lo que es digno o indigno de uno. Esa identidad, por tanto, no puede ser canjeada ni negociada. Constituye un absurdo la idea de que para ganarse un sueldo o tener éxito profesional, una persona deba renunciar a su identidad y asumir, como una máscara o disfraz, otro modo de ser.
- La autocensura que es la madre de los silencios interesados. Aparece cuando el interés personal del periodista, o el del medio adquiere un peso mayor que el derecho del lector a tener información. Por eso la autocensura es un desconocimiento y usurpación de un derecho ajeno. La autocensura implica, por tanto, un engaño para el lector y determina, cuando éste la percibe, una irremediable pérdida de credibilidad. No se le puede creer a quien calla por interés o por miedo.
- La línea editorial raras veces se encuentra en un texto que una junta aprueba y que se conserva en alguna caja fuerte como la fórmula secreta de algún producto. Se llama línea editorial de un medio, la orientación permanente de sus publicaciones: intencionalidad de sus editoriales, selección de sus columnistas, personajes que se entrevistan o que se silencian, hechos que se destacan o que se omiten, enfoque habitual de las noticias. Para descubrir esa línea editorial, como para conocer el carácter de una persona, es necesario un seguimiento crítico de sus ediciones o emisiones y de sus reacciones frente a los hechos. Si se trata de adoptar una línea editorial, los responsables del medio de comunicación deberán responderse sobre su intencionalidad: ¿quieren un medio dedicado al deporte? ¿A las noticias? ¿Al entretenimiento? ¿A la cultura? ¿a la política? ¿A la economía? ¿A la religión? ¿A la farándula? . Desde el punto de vista ético la definición editorial de un medio resuelve de antemano los dilemas éticos que genera una agenda difusa o indefinida. Una agenda definida es una toma de posición, implica una decisión ética y unas reglas de juego claras, susceptibles de acuerdos o desacuerdos, de examen y de discusión.
- Si creemos que percibimos la verdad mientras otros a nuestro alrededor parecen ciegos a ella, necesitamos el valor de tener nuestras convicciones. Necesitamos coraje para rechazar la tibieza confortable de nuestros vecinos y para enfrentar el ostracismo social de la búsqueda de la verdad. Walter Cronkite.

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